
Abro los ojos despacio, imagino el infinito. Miro las sombras de este sitio.
Me pierdo en la oscuridad, escucho el corazón. Que ni pies ni cabeza, resaca de garrafón.
Me levanto despacito, empiezo a caminar, un tropiezo tras otro y te busco en mi sofá.
Me tumbo y me abrazo a tu recuerdo, rompo a llorar, te echo de menos, no lo puedo soportar.
Que no bien ni mal, ni pena ni logra, hoy soy la mitad de lo que es mi sombra.
Salgo a la calle, los mismos árboles, el mismo ir sin sentido, quiero estar sólo, que el mundo calle.
Que me miren con cara rara, no es mi objetivo, daño colateral es un imperativo.
Y sin daño ni miedo, vuelvo a la soledad, ochenta y cinco de la calle de atrás.
Un veintitrés y cinco motivos, tres ganas de echarte de menos y material verde pensativo.
Me subo a la azotea, miro a la estrellas imaginando qué sería si fuera una de ellas.
Preparo la mezcla, momento de viajar y prendo el cigarrillo que me llevará al final.
Me fumo lo que queda de nosotros, pienso en ti y me pesa la cabeza porque no estás aquí.
Y el aire de la noche entra por la ventana, un nuevo día en el mundo, me despido hasta mañana.
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