martes, 22 de noviembre de 2011

01:23 p.m.

Apagar la luz, tumbarte en la cama mirando el techo sabiendo que intentar dormir es imposible. Escuchar el silencio de una habitación y notar como cada vez se va haciendo más y más grande mientras tú te sientes más y más pequeño mientras piensas. Es muy peligroso pensar, sobre todo pensar con la luz apagada y el corazón en la mano. No resulta fácil sentir algo por una persona que quizá no sabe ni cuál es tu color favorito. Pero nadie dijo que la vida fuese a ser fácil.

Intentar olvidar todos los momentos que habéis vivido, los más felices y sobre todo el momento en el que me di cuenta de que mi mundo había cambiado. Mi mundo se había transformado en otra persona y mi cabeza no puede responder a la razón, por mucho que lo intente. Imagina y flota alrededor de esta habitación imaginado mil, quizá dos mil historias que nunca llegarán a hacerse realidad. Pero los soñadores somos así, imaginamos más que vivimos y nos sentimos con esa sensación de hastío continuo. Hastía de tener ansias de recuerdos vividos que nunca se llegan a cumplir, o que cuando se cumplen siempre tienen un final feliz. Y la mayoría de las veces lloramos porque no entendemos por qué la vida es tan injusta y por qué cuando creemos que ha salido el Sol, una nueva nube nos vuelve a llover encima haciéndonos llorar, llorar mientras nuestras lágrimas se funden con la lluvia y nuestra cabeza tiene ganas de explotar.

Me gustaría, me encantaría que algún día esa agua se lleve las lágrimas, todas sin excepción. Me gustaría ser como esas personas frías que no sienten amor por una persona que juega, que se deja llevar. Yo no quiero dejarme llevar, quiero que se deje llevar conmigo, que nos dejemos llevar juntos. Y los recuerdos me duelen, me duele ese momento dónde con dos palabras conseguiste cambiar mi mundo sin saber siquiera si yo era parte del tuyo. Y quizá fue todo demasiado deprisa, quizá aún no es el momento, pero ahora mismo lo único que siento es que me falta el aire cada vez que pasas por mi lado y me temo que harán falta muchas más noches con hastía, frío e insomnio para olvidar todos esos momentos. Pero quizá lo que más me puede doler es la sensación de que la vida me esté poniendo el reto de no querer a nadie nunca más…

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Amélie no tenia un hombre en su vida, lo habían intentado pero el resultado nunca había estado a la altura de sus expectativas. En cambio, cultiva el gusto por los pequeños placeres... Hundir la mano en un saco de legumbres, partir el caramelo quemado de la Crema Catalana con la cucharilla y hacer rebotar las piedras en el canal Saint Marthin.

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