A veces, siento nostalgia. No me cuesta reconocerlo. A escondidas, sin que nadie me vea te echo de menos, porque cuando te fuiste de este mundo mi pequeño mundo se quedó más vacío. Y queriéndolo o sin querer, sigo echando de menos tus sabias palabras. Quizá por eso cuando me hablan del destino, de la muerte y de las personas esquivo el tema, porque aún no soy consciente de cuánto tiempo queda para volver a vernos. Ojalá estuvieses aquí abuelito, de verdad, no lo digo por decirlo.
Sólo le pido a quién quiera que sea, que estés bien y que estés sonriendo, porque aquí todos te echamos de menos cada día. Cada día me levanto, veo tu foto y siento un vacío en el estómago arrebatador. Pero al fin y al cabo lo importante es que veo que tenías razón y cuánto me enseñaste. Me enseñaste tantas cosas que nunca te voy a estar lo suficientemente agradecido. Y me jode pensar que lo máximo que puedo hacer es escribirte esto, unas simples palabras que el tiempo y el espacio borrarán, pero es lo único que puedo hacer a parte de proclamar que te echo y te echaré de menos siempre, hasta ese maravilloso día cuándo nos volvamos a ver porque en el fondo soy un cobarde porque no soy capaz de ir a verte a ese sitio dónde ahora estás descansando hasta que nos volvamos a ver, pero no me gusta recordar que te has ido de este mundo a otro, porque sé que sigues conmigo. Cuando necesito un empujón sé que tú estás aquí empujándome hacia delante y dándome todo tu cariño desde dónde estés.
Te quiero abuelito Marcos, sigue cuidándome y sigue cuidando a los tuyos desde dónde estés, porque jamás dejaremos de pensar en ti.
No hay comentarios:
Publicar un comentario