Los tiempos cambian rápido.
Había días mejores, días no grises. El gris es aquel color que siempre odié,
cuando todo es gris es triste y sin color. El amor, conforme vino se fue y
quizá no nos dio tiempo ni a aceptarlo. Recuerdo aquellos días como si no
hubieran pasado dos años desde que se fueron.
Dos
años desde que dormía con su camiseta como pijama y la vida
era tan bonita como una canción de Sabina. Dónde todo era perfecto y circular,
dónde nos queríamos tanto que sentía que si algún día me faltabas moriría, pero
me faltaste. Y comencé a coser los retales de nuestro amor mientras seguía
descubriendo los pequeños placeres y esos sentimientos. Pero, sin duda, me he
dado cuenta de que siempre que las cosas se van, nos dejan nostalgia y la
nostalgia se incorpora en los poros de nuestra piel y no nos deja
respirar.
Ya
no te echo de menos, es cierto. De hecho, nunca
volvería a sentir todo lo que sentí por ti (porque sería engañarse). Pero tengo
que confesar que a veces me gusta cerrar los ojos y acordarme de aquellos días
tan perfectos. Creo que nunca sentiré eso por nadie más, creo tú fuiste ese
típico amor de la adolescencia que no se olvida por muchos años que pasen y que
quedan grabados en el filo de nuestra memoria para siempre. Y cómo duele ver que las cosas se van tan
rápido que no nos da tiempo a asimilarlas. Joder, cuánto te
quise, jamás hubiera creído que yo me enamoraría de esa forma y aún así lo
hice. Lo hice y hoy te doy las gracias por enseñarme ese precioso sentimiento
que desde entonces no he podido encontrar. Lo he buscado en las calles, en los
bares, en los vasos, en los besos y hasta en el cielo, pero no lo encuentro. Y
quizá me tocará seguir esperando mientras releo todas esas cartas que tanto me
hacían sonreír y escucho "Every Breath
You Take" mientras me cabeza se transporta a aquellos días. Aquellos días dónde fuera, el mundo y sus callen se destruían mientras nosotros ardíamos por dentro.
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