Hace tiempo, tuve que enfrentarme a mi propio pasado.
Es duro, es muy duro cuando sientes que tu pasado te atormenta y que no puedes
avanzar por mucho que lo intentes. La
vida nos pone obstáculos y a veces creemos que son tan grandes y están tan
mal posicionados que no podemos seguir. Eso es mentira.
Yo me he perdonado, he perdonado las cosas que hice mal en mi pasado y
he llegado a la conclusión de que el pasado es bueno tenerlo en cuenta, pero
nunca nos tiene que atormentar.
Siempre he sufrido por amor,
sí, es algo que siempre me dolió. No sé, no me considero un Romeo del siglo XXI
ni mucho menos, pero siempre soñé tener un amor de esos que duran para siempre
y quizá por eso cada día me levanto con ganas de enamorarme. Aún así, he
descubierto que en la vida hay muchas clases de amor, y me he enamorado de cada
persona que ha conseguido transmitirme ese cariño y esa confianza, me he
enamorado de mi profesión e incluso me he enamorado de lugares.
La vida son cierra puertas,
sí, pero es nuestra misión abrir el doble de ventanas cada vez que eso nos
pasa. Es una misión despertarnos cada mañana buscando
lo bueno, riendo, disfrutando del Sol mientras cantamos alegremente.
Disfrutar de y con los nuestros y dejar al lado a aquellas personas que sólo
nos perjudican. Por eso, cuando veas el
vaso medio vacío, bébete lo que queda de un trago y sírvete otra copa. Porque
sí, porque la vida es demasiado corta
para disfrutarla a medias.
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