Recuerdo cómo me quedé en ese momento. Lo que no podría decir, porque no puedo recordarlo, es cuántas horas me quedé quieto y helado cuando me dijiste que lo nuestro se había acabado. En ese momento sentí cómo se hundía mi cabeza y cómo mis ojos empezaban a temblar para acabar llenos de lágrimas. Lágrimas que se deslizaron por mi cara lenta, lenta y dolorosamente. Fue como si hubiese llegado el Apocalipsis. Recuerdo cómo iba andando por la calle con la cabeza en otro sitio, me sentía como si me hubiesen quitado una parte de mí. Aún recuerdo cómo paseé por cada rincón dónde estuve contigo con los ojos llenos de lágrimas, podría haber llenado un cubo entero con la cantidad de ellas que derramé. Y recuerdo cuando me senté en ese banco y sentí esa sensación de tener el corazón roto. Me dió miedo y sentí un escalofrío. Sentí miedo porque no sabía si podría seguir yo sólo hacia delante, ahora me faltabas tú y me faltaba una parte de mí. Y sentí un escalofrío porque nunca había sentido eso. Nunca había sentido eso que llaman desamor. Dicen que es ley de vida y que lo que empieza, acaba. Pero yo nunca pude pensar que esto iba a acabar.
Tenía tantas cosas que decirte, tantos besos que darte y tantas ganas de seguir queriéndote hasta el final... Nunca pensé que tanto amor se pudiese transformar en tánto dolor. Me lo habían contado, lo había leido en mis libros favoritos, lo había visto en mis películas favoritas e incluso lo había visto en persona en algunas personas. Pero nunca pensé que me dolería tantos el pesar que nunca más iba a amanecer a tu lado. No me imaginaba qué iba a ser de mí sin enrredarme en tu pelo, sin que me llevases dónde más me gustaba a otros mundos, a otros mundos con sólo mirarme.
Intenté ocultar mi dolor, pero recuerdo cómo lloraba por las noches escuchando canciones que me recordaban a tí y con cuánta nostalgia miraba nuestras fotos. Luego, poco a poco empecé a interesarme y a mirar con otros ojos y besé bocas que nunca debí besar en vano, para volver a olvidar. Craso error, porque me arrepentía y volvía a llorar porque te echaba aún más de menos. Y cuando creía que lo había olvidado todo, pues no. En ese momento y solía ser con dos copitas encima, escuchaba alguna canción de desamor y otra vez, rompía a llorar...
Y fueron tantas y tantas veces inútiles las que lloré por tí que ahora me da hasta verguenza pensar. Pero qué le vamos a hacer, siempre fui un romanticón y en el fondo, pues no me arrepiento. Y recuerdo cuando llegó el día que pude mirarte sin temblar, bueno, en realidad sin desmoronarme emocionalmente y qué feliz fui. Y desde ese día, mi vida ha cambiado bastante, no creo que te importe mucho, pero si lo suficiente cómo para decirte que 23 sigue siendo mi número de la suerte y que aunque más de 23 veces te lloré, más de 23 momentos felices viví contigo y que, en el fondo siempre fuimos tal para cual, por eso esto no pudo funcionar, asique recuérdame que la próxima vez, pregunte cuál es su número favorito no quiero tropezar dos veces con la misma piedra. Aunque quién sabe, igual si tropiezo 23 veces, tengo suerte :)
jueves, 9 de junio de 2011
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