Ésto es sólo un recuerdo.

Despacio, muy despacio se dirigió hacia aquel sobre. Se dirigía despacio con el corazón en la mano mientras escuchaba el silencio de esa habitación. Esa habitación que había guardado los recuerdos más dulces que nunca sus labios y su mente habían probado. Finalmente, llegó a su destino y sintió cómo el corazón le daba un vuelco, allí estaba de pie, con todos sus sentimientos a flor de piel frente a aquel sobre. Se decidió a abrirlo, tembló al hacerlo pero no dudó en leer cada palabra como si fueran un mensaje enviado por los mismísimos Dioses.

"Quizá después de haberte escrito esto me odies. Odies todo lo que soy, pero no quiero que odies lo que fui y sobre todo lo que fuimos. Hoy, es el día en el que dejamos de ser dos. Pero no quiero que eso te haga flaquear, al contrario, puedes más sólo que conmigo. Sólo soy un lastre para ti aunque no te des cuenta. Aunque no te des cuenta siempre fuiste el ángel que brillaba por encima de cualquier muchedumbre. No te dejes, no dejes que nadie cambia eso que te hace diferente, eso que hace que personas como tú muevan el mundo. Tú, tú moviste mi mundo hacia un sitio mejor, un sitio mejor que hoy nos hace separarnos para siempre.

Pero no te preocupes, no te preocupes porque sé que algún día todos estos momentos podremos recordándolos tomando un café, un café de los que tanto te gustan y reiremos contándonos todas las cosas que nos han pasado desde que hemos dejado de estar juntos.

Lucha, quiero que luches por tus sueños cada día, que te levantes pensando que la gente te quiere y quiere verte feliz. Cuando dudes, cuando dudes si hacer algo o no, hazlo. Siempre supiste una intuición única, una intuición que se equivocó conmigo. Y cuando no sepas dónde ir, te sientas inseguro o dolido mírate con mis ojos, mírate con mis ojos y recuerda que las personas como tú, las personas como tú son las que mueven el mundo y las que hacen que el mundo tenga razones para seguir creyendo en las buenas personas.

Hasta siempre cariño, Nueva York no será nada sin ti."

Y tras leer esta carta lloró. Lloró tanto que creía que las lágrimas inundarían su habitación en el momento menos pensando. A oscuras y a altas horas de la madrugada recordaba su voz, recordaba su voz y su olor mientras su cabeza se perdía en las inmensidades del Universo, sin saber que la vida te sorprende cuando menos lo esperas. En cualquier esquina, en cualquier balcón, en cualquier café... En cualquier sitio la vida y el azar se ponen de acuerdo y concentran todas sus energías en volver a coser un corazón roto. Por ello, sólo es cuestión de caer y seguir. Caer y seguir hasta que Christina Rosenvinge vuelva a cantar otra canción al son de una botella de vino y unas velas.