Los rayos del Sol se han acabado. Es el
momento de sentir el frío en la piel, coger el abrigo, enfundarse las botas y
seguir. Hace frío fuera, sí, en algún momento efímero llueve, pero llueve y ya
no me duele. Todo empieza, todo fluye y llega el momento del problema; el
problema es cuando el frío también se lleva por dentro y sientes dentro ese
frío y esa lluvia. Llevo días, semanas, e incluso meses recopilando todos los
sentimientos que he vivido en este último periodo y todas las letras y textos
que esos sentimientos han hecho posibles.
La vuelta a la
gran ciudad ha tenido ese punto de maravilla y terror que sólo mi vida puede
tener. Es duro y difícil ver como
los lugares que uno más quiere, dónde puede ser uno mismo, cambian. Se
transforman dando paso a lugares tóxicos dónde los recuerdos quedan atrapados
entre cuatro paredes. Cuatro paredes que atrapan al sentimiento del frío, que
lo atraen hacia nosotros. Y hoy, en la oscuridad, enciendo un cigarrillo
mientras miro por la ventana y observo este día gris, recordando el calor del
Sol y echando de menos los momentos que he pasado y que no se volverán a
repetir hasta dentro de mucho tiempo.
El frío me hiela, me consume y se aleja tan rápido como el humo del cigarro que se escapa entre mis dedos sin que yo pueda hacer nada. El frío de Madrid, el amor por la vida y el deseo de esperar algo que nunca parecer llegar siguen latentes, lo espero, aquí sentadito mientras el mundo arde por fuera en deseos de cambiar y el frío de nuestro interior nos congela los huesos. El Verano se ha ido, los faros de guía han vuelto y quizás sea el momento de empezar a sacar todos esos sentimientos de nuevo. Quizás sea el momento de empezar a escribir mi vida en sentido circular, más circular que nunca...
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