domingo, 30 de diciembre de 2012

Lloro porque lloro.


A veces me quedo aquí, en silencio. Me quedo sentado mirando por la ventana la noche pasar mientras releo y miro los instantes que he plasmado en un papel relatando las historias de mi vida. Cuántas historias se han cerrado y otras en cambio se han abierto, a veces se me hace increíble creer que ya hayan pasado veinte años desde que pisé este mundo.

Siempre creí en el valor del arte, y sobre todo, en el valor de las palabras. No puedo parar de pensar cuando releo algunas historias en el por qué. Por qué tuvieron que acabar y por qué la vida es así de traicionera. En cambio otras veces leo palabras que me hacen rememorar sentimientos que creía olvidados. Y me hacen darme cuenta de que no estaban olvidados, sólo enterrados. Porque es muy difícil olvidar algo que te marcó una etapa de la vida.

Hoy recuerdo cuando llegó el calor, cuando te miraba y no podía parar de sonreír a escondidas. Nunca te dije que hubiera recorrido  todo el mundo porque tú me hubieses dicho lo que sentías, porque nunca supe por qué jugamos. Pero jugamos, y quizás nunca fue limpio. Las palabras se cruzaban entre nosotros, en palabras que yo entendía como indirectas aún habiendo una parte de mí que se negaba a darles sentido. Cuando envidiaba a la gran ciudad mientras sentado en este rincón te echaba de menos y esperaba palabras tuyas. Siempre tuviste algo que te diferenció del resto, siempre supiste emocionarme con aquellas palabras, palabras que hoy releo, recuerdo cuánto me hacían sentir y hoy, en cambio, me entristecen.

Cómo cambia la vida, cómo hemos cambiado. Quizás no sea ni mejor ni peor, quizás estaba escrito que ahora debíamos estar así, cruzándonos en cuerpo mientras nuestras mentes disimulan para no regalarnos ni un saludo. Ya no sé si nos moriremos con las ganas, porque, en el fondo siempre has sabido que estoy dispuesto a volver a empezar. Porque hay cosas y sentimientos que no se pueden olvidar, y he de decir que en el fondo te echo de menos. Porque hoy, no sé por qué, más que nunca me gustaría tumbarme en tu cama, y esta vez sí hablar, porque esta vez debemos hacerlo.

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Pues date prisa en decidirlo o búscame,porque quizá si lo decides demasiado tarde ya estaré tan lejos de aquí que la nostalgia ya estará curtiendo mis heridas...

Amélie

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Amélie no tenia un hombre en su vida, lo habían intentado pero el resultado nunca había estado a la altura de sus expectativas. En cambio, cultiva el gusto por los pequeños placeres... Hundir la mano en un saco de legumbres, partir el caramelo quemado de la Crema Catalana con la cucharilla y hacer rebotar las piedras en el canal Saint Marthin.

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