Y justo en ese momento estabas ahí. Estabas
ahí como si la vida te hubiera puesto frente a mí para recordarme por qué todo
esto ha pasado, por qué me he olvidado de sentir. Me miraste, me abrazaste y
todo cambió el sentido. Algo cambió y no sé muy bien qué fue. Me mirabas como
si nunca antes hubieras visto un ser humano sobre la Tierra y me dí cuenta de
que quería ser ese nada contigo. Quería que no fuéramos nada para que a partir
de ese momento el resto de los minutos juntos fueran un todo.
Nos deslizamos por
las sábanas de tu cama, mientras nuestras respiraciones se unían en un sólo
latir mientras la vida de fuera de esa habitación quedaba absurda y fuera de
sentido. Notaba tus manos en mi piel, notaba ese calor que todavía siento si
recuerdo que estabas junto a mí. El Sol nos dio los buenos días y volvimos a
querernos, volvió a quedar toda la vida con significado mientras paseábamos por
las calles hablando de esas cosas que no importan, sólo importa con quién
estés. Volviste a hacer brillar el Sol y recorrimos los pasajes olvidados de
aquellos que pasan por la vida sin sentir ese Sol. Nos quisimos, nos besamos y
me sentía en completa paz, pero llegó la despedida y tal vez creo que aún sigo
soñando con aquella noche.
Estuviste ahí, me
miraste como nunca nadie lo había hecho. Me hiciste cambiar el rumbo del Sol y
recuerdo ese calor en mí ahora mismo. Me recordaste algo que creía olvidado y
quizás me diste los motivos que me hacían falta para seguir creyendo en que
alguien algún día alguien podrá cogerme de la mano, mirarme a los ojos y hacerme
temblar como tú hiciste aquel día. Quizás nos olvidemos y sólo quedemos en una
noche, sólo seamos una noche en la que dos almas se unieron en un sólo cuerpo,
en una habitación. Pero recuerdo ese latir, recuerdo qué bien me hiciste sentir
y quizás nunca leas ésto. Lo único que sé es que recuerdo lo maravillosa que
era la vida y lo bien que me sentí al saber que podía volver a sentir ese
calor. Y si la vida nos separa y nos impide volver, ojalá recuerdes tú también
ese calor en el pecho, esa sensación tan plena y lo bonita que la Tierra
cuando, sin previo aviso, aparece alguien que con sólo mirar consigue hacernos
temblar.
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