De repente una mañana despiertas, miras el reloj y parece que va a ser un
día normal. No pasa nada, comienzas la rutina y el sentido de la vida vuelve a
circular como si nada fuera a advertirte del derrumbamiento. Sigues continuando
tu día como si nada hubiera pasado y llega ese momento en que todo se derrumba,
la vida se vuelve gris y en ese momento llega la noche. Noche larga y fría
dónde intentas olvidar todos esos momentos sin poder evitar que todos vuelvan a
tu mente volviéndola loca.
Luchas por concrentrarte en dormir, lo intentas, pero sabes que no puedes
dormir sabiendo que te falta algo, que no está. E intentas olvidar ese
sentimiento que duele en el pecho cada vez que respiras y que te impide
respirar con normalidad. Todo está triste, todo está oscuro. Y llega ese
terrible momento, el terrible momento dónde empiezas a llorar y recuerdas los
momentos más duros, recuerdas las personas que deberían estar contigo en ese
momento sin poder olvidar que no están, que están lejos... Y eso te ha temblar,
te hace llorar hasta perder la cabeza.
Has olvidado el presente y quizás no deberías estar aquí, has olvidado
quién eres, has olvidado sentir. Has olvidado vivir, en la más fría noche dónde
las sombras en la noche pintan todo de gris.
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