Nunca sabemos lo que queremos hasta que ya
no podemos tenerlo. A veces, nos dejamos, nos abandonamos como si la vida nos
llevase por donde ella quiere sin que podamos elegir, sin que podamos optar por
un camino definido. Dejarse llevar sin preocupaciones, abandonarnos, es tirar
la toalla, sufrir sin motivo, pues que cada uno de nosotros tenemos dentro algo
que nos debe hacer caminar hacia un futuro, que aunque no sepamos muy bien cual
es, nos espera. Nadie puede negar que la vida es algo raro, es un regalo
raro que nunca sabemos cómo nos puede sorprender, cómo puede hacernos
sentir.
Hoy me siento más raro que nunca, siento
dentro de mí una sensación de impotencia, de necesidad de explorar y vivir
cosas nuevas, mientras paralelamente mis ojos recorren cada milímetro de esta
habitación mientras siento una presión en el pecho que me impide caminar con
normalidad. El futuro, tengo miedo del futuro y de lo que me pueda deparar y no
sé por qué. Sin embargo, tengo ganas de afrontar nuevos amaneceres y los retos
y oportunidades que esta vida me quiere regalar. Voy a echar de menos esto, lo
sé. Este olor, esta emoción sin emoción, estos colores, estas horas muertas.
Horas muerta dónde crecí, dónde aprendí poco a poco a convertirme en lo que hoy
soy, en lo que me queda por ser. Y quiero gritar cuánto voy a echar de menos a
cada persona que hace mi vida diferente, a cada personas que consigue hacerme
sentir, y no puedo. Tengo miedo de sentir ese anhelo, esa sensación de
necesitar algo que no puedes tener.
Mañana todo será diferente, por cuarta
vez. Empieza el cuarto capítulo de un libro que está sin terminar, y que sólo
espero poder sonreír al recordar esas historias escritas en ese libro, y no
echar de menos aquellos libros que se perdieron y no volverán.
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