martes, 2 de octubre de 2018

Ensordecer.

Y cuando pasan los días y el Sol se aleja de mí, a veces me escondo dentro de este pequeño hueco en el universo a pensar en los días vividos. En aquellos momentos efímeros que rondan por mi memoria como simples cenizas de un fuego que no se apaga a pesar del duro pasar de los años. Es un fuego fuerte, que se aviva con cada sensación que me hace estar convencido de que el mejor lugar está aquí.  La construcción de un nuevo hogar, el duro trabajo por crear algo de la nada que sea verdadero y fuerte y nos permita ser libres, sin olvidar quienes somos y qué hemos venido a hacer aquí y por qué todo empezó. Por qué pasamos de ser dos personas que andaban en la vida buscan un lugar, para haber encontrado un sendero, un camino común donde encontrarnos una y otra vez aunque nos perdamos, la lucha persistente en creer y en querer, la base más sólida que jamás pensé que podría existir, la descubrí gracias a ti.

Aquel día, en mi pequeña vida, todo cambió sin darme cuenta. Y qué bonito es equivocarse para cometer la mejor opción, caprichoso el destino sin duda. Tantas veces me he preguntado qué hubiera sido de mí si aquella noche no hubiese escuchado a mi corazón... Pero lo hice, lo hicimos. En realidad creo que más que escucharnos nos ensordecimos por una vez; dejamos hablar al corazón y no a la razón ni lo que decía el ruido exterior; nos ensordecimos y buscamos el camino de juntos hacia un lugar diferente donde poder estar alejados y queridos por una vez. Y ahora, día a día, nos queremos tantas veces que hasta las paredes de esta casa están celosas.

Y jugamos a lanzarnos juntos al vacío, a rebuscar todo aquello que en ambos pensábamos que estaba perdido; viste en mí lo que yo pensaba que ya no existía y yo vi en ti lo que tú pensaste que se apagaba, hicimos fuego y conseguimos que todo volviese a arder por fuera y también por dentro, nos protegimos y nos quisimos y estoy tan convencido que nos queremos tanto que es imposible que nadie pueda entender lo que es una sintonía tan perfecta, una combinación tan perfecta y tan irreal... Como siempre me dijeron, lo mejor de la vida es costoso y merece tiempo para ser construido y nosotros, valientes y locos, decidimos construir un mundo aparte donde escapar cada vez que alguien nos haga daño, un paraíso maravilloso donde poder ensordecer juntos y alejarnos del frío y el miedo al camino.

Hoy, a más de dos años desde aquella noche donde mi vida cambió. Recuerdo con los ojos cerrados aquel olor a vida, de la tierra que te vio nacer y crecer y sonrío recordando aquella imagen donde te giraste hacia mí, con el mar que tanto te hace sonreír a tus espaldas y me convencí, absolutamente, de que era el camino que debíamos tomar juntos; nunca olvidaré aquel momento, la manera en que tu cabello brillaba al Sol y la manera en que tu sonrisa me abría las puertas a un mundo sin fin. 

Un sinfín del que quedé enamorado aquella noche y un sinfín que aquel día me hizo darme cuenta una vez más y creo que para siempre, que era el momento de empezar el viaje juntos y crear este paraíso lejos de las viejas heridas y recuerdos, era el momento de crear nuestro propio paraíso donde poder ser felices y respirar juntos, ensordecidos y soñolientos.

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