miércoles, 15 de mayo de 2019

En el tren.

Y en las noches largas sin dormir, replanteo las historias de mi vida que he vivido y las que nunca ya volveré a vivir. Los largos cafés de domingo en aquel lugar, la mirada furtiva del que no quiere ver si no el futuro de manera inspiradora, los largos paseos en las noches sin dormir planteando la vida de una manera tan absurda como efímera. Todo pasa a una velocidad tan rápida que a veces incluso es difícil saber el punto donde todo se  inyecta y desconecta, el sentido giratorio se vuelve a veces ardiente y queman las entrañas al añorar los instantes fugaces donde ver el amanecer era solo un síntoma de que nada será peor que maravilloso.

Cuando llega el otoño, siempre me gusta observar esas frágiles hojas que vuelan tan veloces como la vida. Las hojas crecen, caen y aterrizan en un cómodo lugar para posteriormente ser arrastrado por el viento hasta un lugar tan desconocido como imposible de cambiar y a veces cuando nadie me mira, siento que soy esa frágil hoja y que puedo volar con ella hasta un lugar alejado de este frenético ruido, este envoltorio tan insípido y a la vez tal cruel que endurecen El Paso de los días y paso del tiempo, del viento, que empuja fuerte el camino a pesar del tesón.

¿Qué será este sentimiento, qué será? Creo que nunca llegaré a entender ni a comprender como es posible sentir tanto fuego dentro, tanto harder que me quema la piel y me hace refugirseme en esa cueva que nunca me falla, donde vuelvo al lugar de los sueños y donde los recuerdos a pesar de no ser felices, no me quenan la piel. Algún día quizás pueda dar alguna explicación a la heridas, poderle cubrirme de un aire tan fresco y puro que me produzca únicamente las ganas de desear volar de nuevo.

Y volé, una vez lo hice sin pensar las consecuencias. Por una vez me transformé en esa hoja y conseguir escapar de la opresión y los días que no merecen ser recordados. Volé, volamos. Quizás ese es el secreto de mi vuelo, que quizás hasta que no te encontré no tuve la dureza suficiente para poder soportar ese viento que me lleva ahora de una manera incierta y me hace sopesar que quizás, dentro de todos los huracanes la angustia siempre puede ser llevada mejor. Quizás sea el momento de comenzar a entender que ya no es momento de imaginar mi propia vida si no de vivir todos los momentos de una manera no menos intensa, si no más real.

Pero existe ese algo, ese algo que jamas podré explicar que hace que todo queme y va de una manera que a veces casi da miedo, ese mar que se abre en mis ojos al llorar y ese sol que se ilumina al reír, la veracidad de querer sentirme vivo sea cual sea la sensación. Aceptar que no soy ni interesado estoy en querer ser lo que los demás quieren que sea, quizás este pequeño fragmento sea solo un reflejo más de mi inquietud y mi negación a aceptar que esto es todo lo que puedo sentir. Aunque sin duda ahora y por el momento, está hoja ha encontrado un suelo donde poder reposar junto a otra en esta vida, esperando que el viento nos mueva, pero siempre juntos.


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Amélie no tenia un hombre en su vida, lo habían intentado pero el resultado nunca había estado a la altura de sus expectativas. En cambio, cultiva el gusto por los pequeños placeres... Hundir la mano en un saco de legumbres, partir el caramelo quemado de la Crema Catalana con la cucharilla y hacer rebotar las piedras en el canal Saint Marthin.

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