
A veces, sin querer, nos ilusionamos. Nos ilusionamos y creemos que las personas estarían dispuestas a hacer lo mismo que nosotros hacemos por ellas. Y después, cuando ves que eso es mentira, que son pocas las personas que actúan de corazón y que cuando necesitas de verdad una mano amiga sólo tienes unas cuantas, fieles pero pocas, te decepcionas.
Uno de los sentimientos que más odio es la decepción. Porque no hay vuelta atrás. La decepción para mí significa que, cuando ya no puedo dar un paso más, necesito que una persona me dé un empujoncito o me diga dos palabras que me animen. Y una persona mire con indiferencia. Y me duele, me duele ver que a veces las historias tienen un final triste y que las personas, quizá por orgullo o quizá porque no les importas una mierda te fallan y encima te hacen más daño, cómo si no fuese suficiente con todo lo que estás pasando.
Pero al fin y al cabo la vida es así y tenemos que aprender de nuestros errores. Porque por mucho que nos duela, no todas las personas están dispuestas a escuchar que estás destrozado por dentro y que sientes que te falta el aire para poder respirar. Lo peor es ver como tú estás destrozado por dentro, intentando poner buena cara al mundo mientras el mundo te da la espalda y la persona que pensabas que te prestaría su mano, te presta su espalda y te jode aún más. La decepción, cuánta decepción siento ahora mismo… Sinceramente, si me diesen una máquina del tiempo volvería a hacer lo mismo, exactamente lo mismo que hice por todas las personas que me han necesitado porque está dentro de mí, pero creo que no merezco esto por parte de nadie.
Lo peor será que, quizá si algún día lees esto ya sea tarde, y nuestra amistad haya quedado tan atrás como las noches de risas y los momentos que vivimos. Pero de todo en la vida se aprende y pese a este sentimiento unido a la tristeza, no dudo que algún día saldrá el Sol de verdad. Saldrá un Sol tan bonito que mis pupilas se dilatarán como nunca, volveré a sonreír y todos estos malos momentos y sentimientos serán simplemente una lección para aprender que, a veces no se puede dar la mano a todo el mundo. Porque el tiempo pone cada cosa en su sitio, y quizá, algún día, tú tengas que ser quién venga a mí y me tenga que volver como mínimo a saludar y no darme la espalda porque necesites mi ayuda y en ese momento. No te deseo el mal, todo lo contrario, sabes que siempre te deseé que fueses feliz. Pero, en ese caso sintiéndolo mucho, te tocará perder a ti y seguramente para entonces, yo estaré en otra dimensión, en mi nueva dimensión dónde el Sol brillará hasta en las noches más oscuras y además estoy seguro que no tardará mucho en llegar ese nuevo amanecer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario