A veces, sin querer mi mente echa la vista hacia atrás y vuelvo a recordar. ¿Nunca os habéis parado a recordar los mejores momentos de vuestra vida? En especial, suelo recordar los momentos increíblemente felices y también los increíblemente tristes. Sería absolutamente maravilloso tener una máquina del tiempo. Una máquina del tiempo que nos permita recordar las primeras emociones, las primeras sensaciones que hacen que la vida cobre un sentido especial.
La primera vez, ¿quién no recuerda su primera vez? La primera vez que sintió de verdad la pasión en su cuerpo, que sintió ese momento cuando dos personas se convierten en una y se dejan llevar por la pasión mientras la mente se pierde en el infinito. Y no sólo eso, el primer amor. Cómo echo de menos esa sensación del primer amor...

Porque siempre viene el contrario, el ying yang, la cara y cruz. Cuando después de la primavera del amor llega el frío invierno del desamor y lo destroza todo como si de un incendio se tratase, haciéndote pedazo y dejando cada uno de ellos esparcidos por todos los lugares del planeta.
Esa es nuestra misión, ahí es dónde aprendemos. Aprendemos y avanzamos cuando tenemos la fortaleza de levantarnos cada mañana cuando aún no se ha puesto el Sol, vestirnos y salir al mundo. Salir al mundo a vivir las experiencias que nos depara, sean buenas o malas y seguir siendo quién eres, nunca olvidar quién eres y quién quieres ser. Y por muy oscuro que esté todo, y aunque sientas una angustia en el pecho que no te deja respirar siempre habrá un motivo, siempre habrá un motivo para poder despertarnos cada mañana como si nada hubiese pasado.
Porque el tiempo, el tiempo cura y cierra heridas porque es sabio, es sabio y aunque no entendamos por qué pasa algunas cosas... En el fondo sabemos que la aventura de vivir es así, y por ello debemos siempre aprovechar al máximo los buenos momentos, para poder reír a carcajada limpia cuando lleguen las malas. Porque las penas son algo con lo que se puede combatir, y si no que me lo digan a mí. Porque aunque no hay mal que por bien no venga, sí hay bien que ayuda a prevenir un mal, y quizá ese sea el secreto para poder seguir jugando a esto de vivir.
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