Qué rara es la vida. En algunas etapas de tu vida, te pasas la vida esperando alguien especial, que llegue de la forma menos esperada y te sorprenda. Que llegue a tí y cambie el mundo sólo con un beso, que se convierta en tu mundo. Deseas con todas tus fuerzas paseos por la playa dónde el amor se respira en el aire envuelto en forma de paseo, también vale la montaña, o el campo. Lo importante es esa persona, el resto sólo son complementos.
Luego existen otras ocasiones, aquellas cuando buscas los amores de una sóla vez. Esos amores pícaros, llamativos y la verdad, que a todos nos ha gustado tener alguna vez. Una sola noche, un sólo encuentro puede ser suficiente para creer que en la vida es una película rosa, para sentir a esa persona cómo si de toda la vida la conocieras, cuando apenas sabrás su nombre y su dirección, o bueno, quizá también sepas sus gustos musicales, se suelen conocer en discotecas.
Pero pese a todo eso, pese a la gran mayoría de los amores que a todos nos gustaría tener. Creo que todos hemos soñado de pequeños con nuestra pareja ideal, aquella que te hacía sonreir y aquella en la que soñabas todos los días y sí es cierto, hay gente que la encuentra y es feliz y hay otras que no.
Pero llega un punto en el que, por muy duro y frío que seas necesitas ese calor. Necesitas ese cariño y ahí comienza todo. Y un día, sin querer... Paseando por el Parque de Oeste, descubres que hay una persona que ha despertado en tí sentimientos muertos que creías olvidados y sin capacidad de recuperar y lo descubres sin querer. Lo descubres pensando, lo descubres pensando en su cara y en sus manos y en cómo te hace sentir. Y todo vuelve a comenzar de nuevo, vuelves a tener ese cosquilleo en el estómago y vuelves a sentir ese calor. Todo vuelve a ser circular.
domingo, 5 de junio de 2011
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