jueves, 29 de septiembre de 2011
El olor.
De repente desperté como si el despertador hubiese sonado, como si el mayor estruendo del mundo hubiese sonado. Abrí los ojos en la oscuridad y respiré ese jodido olor, olor a soledad. Siempre he creído que las pequeñas fragancias recogen los peores y a la vez mejores pecados y los peores sentimientos de la tristeza. Porque un aroma es capaz de despertar nuestros deseos más pasionales y a la vez los más melancólicos.
Respiré, inalé, anhelé. Decidí comenzar a andar, a caminar de nuevo sólo. Porque así estaba en ese momento, sólo. Tú te habías ido y yo estaba decidido a olvidarte. A sacarte de esta cabeza que sólo quiere guardar los recuerdos, aunque hagan daño (mucho daño). Volví a respirar y noté como mis músculos se oxigenaban mientras mis ojos se llenaban de lágrimas al recordar el olor del amor. Creo que lo malo del amor es precisamente eso, la nostalgia. Nunca entendí por qué no crean un remedio contra el amor, mucha gente lo compraría. Yo creo que sería el comprador número uno. Pero sea como sea, esa habitación seguía oliendo a jodida soledad y no lo podía entender.
Me hubiese gustado decirte por última vez una palabra bonita, que me hubieses cantado una última canción o simplemente que te hubieses despedido de mí. Pero no, el pasado no se puede cambiar y nada de eso sucedió. Y me quedé ahí en pie durante, no recuerdo cuánto tiempo, pero me pareció un avismo de treinta años por el cual mi cabeza se perdía en la oscuridad mientras mi cuerpo dejaba de funcionar porque mi corazón estaba roto, no podía bombear sangre. En el fondo, creo que hasta mis órganos te echaban de menos.
Y te lloré tanto, te lloré tanto que aún tengo nostalgia. Nostalgia de volver a sentir algo así por alguien, porque en el fondo echo de menos echar de menos a alguien tánto como te eché de menos a tí.
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Nunca hay suficiente tiempo, nunca es suficiente...
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