lunes, 5 de septiembre de 2011
Let the river run.
Ella caminaba despacio, escuchando en sonar de sus pasos. Tenía roto el corazón y un mundo distorsionado en la cabeza. Tenía dudas, muchas dudas sobre su futuro y sobre si lo hizo bien en el pasado. Dudas que atormentaban su cabeza y le hacían duar de sí misma continuamente.
Andaba por la calle marchitada, con un sombrero en la cabeza y harta de caminar sentadándose en un escalón encendió un cigarrilo. Lo saboreó y volvió a pensar en todo el daño que le habían hecho. Pasado, pasado está se intentaba decir a sí misma sabiendo que esas palabras para ella no significaban nada, porque ella es una chica de hechos no de palabras, no le gusta que le digan las cosas, le gusta que se la demuestren.
Revolucionaria, amistosa, cariñosa y preocupada. ¿Por qué le habían hecho eso? No lo podía entender. Entre tanto pensamiento se dió cuenta que su móvil tenía un aviso. Lo leyó y aunque su corazón seguía roto su sonrisa se amplió. Las personas a veces aunque estén lejos nos pueden sacar una sonrisa y el autor de ese mensaje siempre intentaba sacarle la mayor sonrisa del mundo, respondió y tras acabar el cigarrillo renaudó su marcha.
A los lejos observaba caras insatifactorias y agobio de sociedad y aún así se seguía sintiendo sóla por todo el daño que le seguían haciendo. Su delgado cuerpo y ojos hipnotizantes seguián débiles y perdidos, ella se encontraba perdida en un mundo que ella creía que le había traicionado y en en el fondo ella confía y sabe que el tiempo curará sus heridas y su corazón se recompondrá y volverá a letir más fuerte que nunca y el chico, aquel chico del mensaje estará siempre con ella, esté dónde esté.
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Nunca hay suficiente tiempo, nunca es suficiente...
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