Y en esta vida que es tan puta, que nos lleva tan de cabeza, que nos hace sufrir, caer, que nos mete en mi líos y nos hace heridas siempre existen esos momentos. Esos momentos de apagar la luz, encender la música y comenzar a bailar sin control, sin que nadie te vea, sin dudar de ti. Pensando que no existe el resto del universo. Esos momentos de ponerse los cascos y olvidarse del resto del mundo, sentir que las notas musicales nos invitan a un viaje al infinito.
Lanzarse de cabeza al olvido y que el viaje dure menos de un segundo, sentirse en paz con uno mismo, disfrutar de esa sensación. No existe hastío, no existe pena, no existe tristeza. Existo yo, existe un millón de oportunidades y existe un mañana. Un mañana que quizá se presente gris, pero ya me encargaré de buscar colores, colores que hagan de cada experiencia una sonrisa. Que nada cambie, que nada me haga daño, porque nada merece la pena. Sólo sonreír, sonreír y disfrutar de esos buenos momentos, volver a sentir esa sensación y volver a escuchar esa voz interior. Que si el día viene triste, mañana será mejor. Porque ahora mi vida pinta de color, y nunca me gustó el negro.
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