A veces, en las noches frías me gusta
reinventarme. Me gusta
jugar a ser tremendamente inmortal y suicidarme por unos instantes. Imagino qué
sería de mí si yo no estuviera aquí, si las personas que siempre me quisieron
no lo hubieran hecho nunca porque nunca me han conocido, si su vida cambiaría o
sería exactamente igual. También, intento recordar esos momentos que me
hicieron puramente yo. Los momentos en la calle jugando hasta que mi pecho me
pedía un respiro, los errores que he cometido durante mi vida y que ya me he
perdonado y sobre todo, el daño que sin querer o queriendo me han hecho para
intentar no volver a caer en los mismos errores.
A pesar de todo, de tanta reflexión sólo
he llegado a una conclusión: siempre he sido demasiado fiel a mí mismo. Eso, quizás algunas personas lo han interpretado
como prepotencia, pero siempre tuve claro que ser aunténticamente fiel a uno
mismo es el verdadero secreto del éxito. Al fin y al cabo no importa qué digan
de ti, quizás por eso algunas personas cuando me ven me consideran una persona
dura, una persona que no se derrumba fácilmente. Realmente, eso es mentira. Mi sensibilidad es proporcional a esa
confianza que tengo en mí mismo.
Por eso soy tan pasional, por eso quiero con tanta locura a los que de verdad
quiero y por ello, cuando me enamoro rompo el mundo si hace falta por estar con
esa persona.
Por desgracia, en
esta sociedad tan fría dónde la mayoría de la gente de mi edad se limita a
vivir sin replantearse lo que de verdad quieren vivir, si esa es la vida que
siempre han soñado, me ha costado encajar y en esas noches frías me gusta
escaparme, me gusta ir dónde realmente el arte era amor, dónde el amor era
arte. Cierro los ojos y me imagino en Montmartre en el siglo XIX asistiendo a
bailes en el Moulin de la Galette, emocionándome con las obras de Picasso y
riendo junto a Amadeo Modigliani. Me imagino levantándome cada mañana sintiendo
que el arte, mi querida danza, sirve para algo más que llenar teatros. Sirve
para cambiar el mundo, sirve para que los artistas sean lo que yo concibo como
concepto de artista. Una persona enviada al mundo para cambiar mediante su
instrumento, mediante su arte, el mundo.
Es difícil vivir en una sociedad en la que crees que
naciste equivocado, pero
más difícil es intentar vivir de sueños que nunca se harán realidad. Por ello,
me he limitado a vivir al público haciendo lo que más me gusta en el mundo,
bailar, de una forma que creo que no era la correcta y por ello decidí pararme
a respirar y a pensar si era lo que realmente creía en lo que estaba haciendo.
Y llegué a la conclusión de que la danza es una parte de mi alma que quiere
mostrarse al público, y aunque sea en teatros, lo seguiré haciendo.
Pero siempre me
quedará escaparme. Cerrar los ojos e imaginar todo aquel ambiente bohemio, aquel sentimiento de arte como amor.
Y mientras pueda apagar la luz, a oscuras
reinventarme y bailar al son de la música en esta pequeña habitación expresando
lo que tengo dentro, sin que nadie pueda verme y sin que nadie pueda juzgarme
por si estiro un pie o una rodilla. Mientras pueda guardar el móvil en mi
cajón, coger papel y un bolígrafo y escribir todo lo que siento al soñar con
aquellos años, seguiré siendo
exactamente yo y seguiré creyendo en que, algún día, el arte volverá a tener la
intención de llegar a los corazones de la gente y no a sus bolsillos en
teatros.
¡Cuánto sentimiento! Me encanta la entrada, y la adoro porque a veces también tengo la extraña e incómoda sensación de que también estoy en la época equivocada. Entre lo frío y áspero de estos días hay que brillar por la fuerza de nuestro corazón :) (Me encanta cómo escribes)
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