Siempre he tenido miedo a los números. Nunca fui un hombre de ciencias y la
verdad que me es tan difícil entender muchos números juntos que hay veces que
desisto en intentar entenderlos. Quizá por eso siempre fui un chico solitario,
nunca me gustó juntarme con muchos números de personas y me agobia la sensación
de no poder sacar bien la cuenta de los sentimientos que repartir entre
todas. Quizá también por eso, no encuentro a nadie con quién compartir mi
mitad, quizá por eso la suma de uno más uno nunca me da dos, al contrario, me
suele dejar a mitad a la mitad, a medias y me siento triste.
Hace mucho tiempo entre la lluvia y el verde descubrí cosas que nunca creí
que volvería a sentir, y es muy difícil y doloroso ver como esos dulces
sentimientos se van escapando de dentro de mí. Siento como los días pasan sin
saber bien a quién abrazar y tengo ganas de que algo dentro de mí pueda volver
a sentir ese cariño tan especial y esa sensación que hace mucho tiempo he
perdido. Es duro esperar algo que parece que nunca va a llegar, y lo he hecho
durante mucho tiempo.
Prometí, prometí a una persona que nunca desistiría, que no perdería la fe
y buscaría siempre dentro de mí ese algo distinto para seguir en esta vida,
para seguir buscando este sentimiento de amor que tanto le falta a mi vida y
que a veces tanto daño me hace. Y hoy, en estas cuatro paredes, vienen a mi
cabeza los recuerdos que parece que fueron hace tiempo que en los mismos libros
de historia podrían quedar reflejados. No sé dónde quedan aquellos besos que me
hacían sentir ese calor infernal hasta en el más frío Invierno, esos mensajes
que tanto me hacían soñar... Todo cambió tanto, y volví a equivocarme, volví a
despertar en mí varios intentos que nunca llegaron a ser nada, porque entre
muchas de las palabras que me dijeron, todo fueron palabras y el viento se las
llevó, pero no se llevó los recuerdos.
Los recuerdos duelen, los recuerdos pesan y hay veces que me gustaría poder
borrar muchos de ellos de mi cabeza para no estar así ahora mismo, para no
sentir ese sentimiento de vacío. Pensar en aquellas promesas que nos hicimos
directamente o indirectamente con diferentes personas dónde siempre acabó todo
mal, siempre acabó en el olvido y con algunas ni siquiera hay saludos. Porque
ya nunca podré ver París, tumbarme en su cama sin nada de qué hablar, cantar la
vie en rose... Porque hoy llamo a todos esos amores que he perdido por el
camino, porque hoy todas las ganas se han acumulado en un número infinito y una
vez más me quedo sin encontrar la solución al problema, una vez más vuelvo a
suspender y una vez se acabó el examen…
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