Ha sido maravilloso. Ha sido realmente maravillosa esta dulce evolución,
evolución que ha durado sobre cuatro meses y que tanto me ha hecho cambiar. El
Invierno ha cicatrizado heridas abiertas, heridas que pensaba que iba a costar
mucho curar. En cambio, hoy estoy aquí, con un cigarrillo encendido y pensando
en cuántas cosas he hecho correctas y cuánto he aprendido a pensar y soñar en
este tiempo.
La vuelta a la gran ciudad fue, sin duda, fría. Distante la ciudad me
miraba y los días pasaban como si mi vida fuera una rutina tan completamente
vacía como un vaso estallado. Miré y rebusqué dentro de mí para recordar lo que
esa ciudad había significado para mí, en cambio, el destino se encargó de
volver a recordármelo. En la búsqueda de aquello que siempre me inquieta, que
me destruye y atormenta a la vez que me hace feliz: el amor. Lo he vuelto a
perseguir sin un fin, sin un resultado. Pero he descubierto cosas de mí que
nunca pensé que existirían, he intentando volver a sentir, a dar segundas
oportunidades y algún día recordarán y entenderán por qué no pudo ser. He
conocido nuevos sentimientos, me he mirado en el espejo y he sonreído. He
tenido cenas que han acabado en desayunos, he vuelto a bailar a ritmo de una
canción de amor con una sonrisa. Me he perdido en la cerveza y en las calles de
Madrid con alguien que me agarre de la mano mientras he pensado lo maravillosa
que es la vida. Todo ello mientras olvidaba aquellos amores que pasaron a la
historia, que me demostraron que no valen nada, y me han hecho cambiar mi
concepto de personas, ni un saludo queda de algunos de esos sentimientos y, la
verdad, a veces es mejor dejar las cosas así.
Y, sobre todo, he madurado.
Después de cuatro meses dónde he vuelto a descubrir y sentir aquellos
sentimientos que creía olvidados vuelvo a estar aquí, vuelvo a estar en casa. Y
hoy, más que nunca siento ese amor que sé que me espera detrás de cualquier
esquina y que sé que tarde o temprano me encontrará y me hará feliz. Lo espero,
aquí sentadito mientras recuerdo y río con todo lo bueno que he vivido y todo
lo que he aprendido, mientras respiro el olor a casa y me hundo en los
maravillosos recuerdos que he vivido estos meses con aquellos que me hacen
sonreír y mi cabeza inconscientemente
recuerdo los momentos vividos dentro y fuera de esta casa y espero impaciente
el amor más bonito y personal, el amor de los míos durante estos días que,
seguro, no me van a defraudar.
Espero que estos días sean maravillosos para cada uno de vosotros y, sobre
todo, recordar que lo más importante no son los regalos, son quién te los
regale. Recordar a aquellos que no están, que hoy me faltan y que cada día de
mi vida echo de menos y desde otro lugar manejan mi vida y me ayudan a seguir
mi camino, gracias abuelito Marcos. Asique, espero que disfrutéis de eso que no
podemos tener en otras fechas porque la rutina y las distancias nos destrozan,
disfrutar del amor con todos los nuestros de nuevo y, sobre todo, recordar que
no hace falta que sea Navidad para dar un beso o una abrazo, y sobre todo, para
decir te quiero a aquellas personas que comparten nuestros días y nos hacen
felices en nuestros momentos de incertidumbre, porque quizás algún día no
podamos hacerlo y entonces nos arrepentiremos. Feliz Navidad a todos.
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