Allí, a lo lejos, estás tú. Aquí, cerca,
estoy yo. Comienza el final, el final del principio mientras nos miramos de
lejos, a escondidas nos vemos llegar mientras nos acercamos sabiendo que en
realidad sólo nos estamos alejando. Nos quedamos quietos, en silencio, volvemos
a estar juntos y escuchamos esas risas del fondo que destruyen nuestro
universo. Sentimos el frío y miramos a otro lado para evitar llorar. Allí
estamos, plantados, buscando en nosotros algo que nos haga estar cerca sabiendo
que es imposible volver a estar así. Sabiendo que no volverá el calor, que
estamos cada vez más fríos, que estamos cada vez más heridos.
Comienzas a hablar
de cosas que quizás no tengan sentido mientras me pierdo en la noche intentando
encontrar un sentido, mientras intento que sigas siendo mi abrigo y que podamos
a volver a ser juntos otra vez, pero me pierdo. Me pierdo en el intento de conocer
lo que fuimos, sabiendo que nunca fuimos nada más que cuerpos, sabiendo que
nunca fuimos nada más. Y te busco en la noche sabiendo que estás, pero ya no
estás junto a mí, que todo ha acabado. Luchamos por disimular esa situación,
pero todo va cayendo, todo se va alejando mientras intentamos rescatar las
cenizas que quedan de lo que fue, y de lo que ya jamás será.
Y volvemos a
caminar cada vez más lejos, cada vez menos nosotros. Pasemos las calles de la
ciudad mientras los coches pasan, la música suena y yo siento que es el final,
el día de la despedida y el temor. Temor a volver a sentir que ya no estás
conmigo, que por fin ha llegado la hora de decirnos adiós, y llegó ese momento.
Paramos, nos miramos y sonreímos sabiendo que no debemos llorar, que ha llegado
el momento de saber decirnos adiós y que quizás volvamos a vernos. En un
descuido, en un beso acaba la historia de lo que pudo ser, mientras las
lágrimas se contienen en los ojos y el deseo de no acabar nunca inunda nuestros
cuerpos mientras lentamente, con los ojos cerrados, saboreamos ese último beso
que nos llevará de nuevo a la soledad.
Quizás seamos
aquello utópico que convirtió el frío en calor, la química perfecta que
estabilizó el mundo haciendo de él un lugar de paz y color. O quizás simplemente
seamos aquello que siempre recordaremos cuando, sin previo aviso, escuchemos
aquellos sonidos que un día consiguieron hacernos sonreír. Porque quizás ese
momento, ese preciso momento, cuando todo comenzó, o quizás nunca nada comenzó,
ya nunca lo sabremos. Nada estaba planeado, nada fue lo mejor que pudimos y
nada volverá a ser, aquellos sonidos hoy sólo son recuerdos, recuerdos de
alguien que también lo será, recuerdos que aflorarán la mente y que finalmente
harán de nosotros una historia que quizás nunca tuvo un principio, pero sí un
final.
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