viernes, 16 de agosto de 2013

Estratosférico.

Hoy me he levantado, no recuerdo exactamente qué hora era. Me he levantado muy despacio y me he incorporado poniendo los pies en el suelo mientras sentía que la cabeza me iba a explotar. He andando hasta el baño maldiciendo todo lo que anoche bebí y he intentado sacar un poco de belleza a ese cuerpo escombroso que se encontraba delante del espejo mientras me miraba a los ojos en el mismo, fijamente. Luego, he vuelto a la cama y he mirado a ese punto, ese punto en el techo que podría contar cada uno de mis desvelos, mi más fiel psicólogo, amigo y confidente.  Sin querer y sin previo aviso, una lágrima ha sido de mi ojo sin que yo pudiera evitarlo y he empezado a pensar en todo lo que me rodea. Últimamente he escrito tantos textos que creo que cuando los relea en un futuro pensaré que no ha quedado un sentimiento que no quede escrito en esas páginas. El problema, el serio problema, es que todos esos sentimientos son oscuros y llegan a sacar lo peor de mí. He llegado a maldecir al mundo, a maldecir cualquier sentimiento de amor que pudiese quedar dentro de mí por ira, he llegado incluso a escribir de un tirón y sin pensar sentimientos que nunca podría escribir y he llegado a desear el mal, algo muy poco típico en mí. 

Supongo que el problema será ser humano. Y cuando digo ser humano no lo digo como un juego de palabras, si no como una máxima definición. Dicen que el ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, y yo creo que me estoy haciendo experto en camino de piedras, en caminos dónde las piedras aparecen bajo mis pies y camino demasiado deprisa como para poder llegar a mirar al suelo. Ando tan rápido que intento atravesar todos esos caminos a la máxima velocidad, sin mirar atrás para intentar dejar atrás todos esos sentimientos tan oscuros, todas esas lágrimas que he ido derramando en esta última época. Pero, sin aviso, aparece una piedra y me tropieza, me hago una herida enorme y me hace sufrir, la miro y la analizo e intento curar ese sufrimiento, ese dolor. Pero, luego, desaparece y como si fuera un pez, olvido la mala sensación que me ha producido esa piedra y vuelvo a empezar a caminar sin mirar, volviendo a tropezar.

De momento, prefiero quedarme aquí, mirando este precioso punto que se me aparece como si un universo entero fuera, como si todos los astros girasen en su entorno. A veces todos lo necesitamos. A veces necesitamos ese momento mágico y preciso de quedarnos mirando hacia ninguna parte, pensando en todo lo que nos rodea y sin llegar a pensar en nada. Supongo que todos necesitamos descansar y es mi momento de descanso, es el momento en el que empiece a cambiar todas aquellas cosas que tanto dolieron, porque ya nunca volverán. Quizás debería dejar de mirar tus fotos sabiendo que ya no volverás y que lo que tuvimos ha acabado. Debería dejar de repetirme por qué fui tan estúpido y de torturarme pensando si pensarás a veces un poco en mí. Debería empezar a pensar en mí y disfrutar de los últimos rayos de Sol que el Verano me ofrece. Porque se irá y ya no podré recuperarlo, como nunca más podré recuperarte a ti. Quizás esas sean las cosas que nos hacen mirar esos puntos que nadie más puede mirar, aquellas cosas que se nos escapan sin que podamos evitarlo, aquellas cosas consiguen hacer que, cuando ningún cuerpo más está presente, una lágrima se deslice por nuestra mejilla sin saber por qué.

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Amélie no tenia un hombre en su vida, lo habían intentado pero el resultado nunca había estado a la altura de sus expectativas. En cambio, cultiva el gusto por los pequeños placeres... Hundir la mano en un saco de legumbres, partir el caramelo quemado de la Crema Catalana con la cucharilla y hacer rebotar las piedras en el canal Saint Marthin.

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