Hoy me he levantado, no recuerdo exactamente qué hora era. Me he
levantado muy despacio y me he incorporado poniendo los pies en el suelo
mientras sentía que la cabeza me iba a explotar. He andando hasta el baño
maldiciendo todo lo que anoche bebí y he intentado sacar un poco de belleza a
ese cuerpo escombroso que se encontraba delante del espejo mientras me miraba a
los ojos en el mismo, fijamente. Luego, he vuelto a la cama y he mirado a ese
punto, ese punto en el techo que podría contar cada uno de mis desvelos, mi más
fiel psicólogo, amigo y confidente. Sin querer y sin previo aviso, una
lágrima ha sido de mi ojo sin que yo pudiera evitarlo y he empezado a pensar en
todo lo que me rodea. Últimamente he escrito tantos textos que creo que cuando
los relea en un futuro pensaré que no ha quedado un sentimiento que no quede
escrito en esas páginas. El problema, el serio problema, es que todos esos
sentimientos son oscuros y llegan a sacar lo peor de mí. He llegado a maldecir
al mundo, a maldecir cualquier sentimiento de amor que pudiese quedar dentro de
mí por ira, he llegado incluso a escribir de un tirón y sin pensar sentimientos
que nunca podría escribir y he llegado a desear el mal, algo muy poco típico en
mí.
Supongo que el problema será ser humano. Y cuando digo ser humano
no lo digo como un juego de palabras, si no como una máxima definición. Dicen
que el ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma
piedra, y yo creo que me estoy haciendo experto en camino de piedras, en
caminos dónde las piedras aparecen bajo mis pies y camino demasiado deprisa
como para poder llegar a mirar al suelo. Ando tan rápido que intento atravesar
todos esos caminos a la máxima velocidad, sin mirar atrás para intentar dejar
atrás todos esos sentimientos tan oscuros, todas esas lágrimas que he ido
derramando en esta última época. Pero, sin aviso, aparece una piedra y me
tropieza, me hago una herida enorme y me hace sufrir, la miro y la analizo e
intento curar ese sufrimiento, ese dolor. Pero, luego, desaparece y como si
fuera un pez, olvido la mala sensación que me ha producido esa piedra y vuelvo
a empezar a caminar sin mirar, volviendo a tropezar.
De momento, prefiero quedarme aquí,
mirando este precioso punto que se me aparece como si un universo entero fuera,
como si todos los astros girasen en su entorno. A veces todos lo necesitamos. A
veces necesitamos ese momento mágico y preciso de quedarnos mirando hacia
ninguna parte, pensando en todo lo que nos rodea y sin llegar a pensar en nada.
Supongo que todos necesitamos descansar y es mi momento de descanso, es el
momento en el que empiece a cambiar todas aquellas cosas que tanto dolieron,
porque ya nunca volverán. Quizás debería dejar de mirar tus fotos sabiendo que
ya no volverás y que lo que tuvimos ha acabado. Debería dejar de repetirme por
qué fui tan estúpido y de torturarme pensando si pensarás a veces un poco en
mí. Debería empezar a pensar en mí y disfrutar de los últimos rayos de Sol que
el Verano me ofrece. Porque se irá y ya no podré recuperarlo, como nunca más
podré recuperarte a ti. Quizás esas sean las cosas que nos hacen mirar esos
puntos que nadie más puede mirar, aquellas cosas que se nos escapan sin que
podamos evitarlo, aquellas cosas consiguen hacer que, cuando ningún cuerpo más
está presente, una lágrima se deslice por nuestra mejilla sin saber por qué.
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