Anoche estuve a punto de volver a arder. Durante unos minutos, estuve barajando la absurda posibilidad de que me echabas de menos, de que pensabas en mí y te dolía saber que ya nada volverá a ser como antes y que yo, aquí, en la distancia y desde lejos, seguía echando de menos cada centímetro de tu cuerpo. No sólo echo de menos aquello que fuiste, quizás lo que más echo de menos es aquello que jamás seremos. Aquello con lo que mi cabeza soñaba por las noches y aquello que me hacía sonreír aunque todo estuviese oscuro. Ahora, todo está oscuro y no tengo miedo a decir que te echo de menos. No tengo miedo a decir que de vez en cuando pienso en escribir esas palabras, en decirte lo mucho que te echo de menos aún sabiendo que no debería y que, esta vez, me ha tocado perder. Que he vuelto a ser esa estela rápida y luminosa que vaga sóla por el espacio en busca de esa luz que le haga volver al camino, supongo que al camino del amor.
Después de descartar la posibilidad de escribirte ayer y decirte lo mucho que te echo de menos, intenté dormir y sólo podía sentir esta angustia que no se va de mi pecho por mucho esfuerzo que haga. Los mayores me dicen que deje pasar el tiempo, que deje pasar mis heridas y las seque al Sol, porque tarde o temprano se curarán y se cerrarán, pero hay veces que siento que esta herida es tan grande que me desangrará antes de que pueda curarse por sí sóla. Necesito un parche, una tirita que me ayude a frenar todo este dolor y, la verdad, no la encuentro por ninguna parte. Por muchas cosas que intente hacer para mantener mi cabeza ocupada, por muchos kilómetros que ande con la música a todo volumen para intentar no pensar, por muchas horas que intente estar distraído, hay algo que me lleva a lo más profundo de ese abismo del cual intento escapar una y otra vez.
Lo peor de ese abismo no es que me quiera acercar a lo más negativo de mi ser, ni tampoco que me haga llorar con desesperación como si no fuera a ver mañana un amanecer. Lo peor es que me lleva a pensar lo mucho que te echo de menos y me sigue torturando con preguntas sobre ti, sobre cómo estarás ahora mismo y me mata la idea de pensar que ahora estás con otro, que otro me roba mis besos sin que yo pueda evitarlo. Sólo puedo quedarme aquí, escribiendo en este papel sucio y olvidado mientras las horas y el humo pasan por mí sin que yo pueda evitar sentirme cada vez más pequeño en este gran Universo que cada vez se hace más y más grande...
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