miércoles, 7 de agosto de 2013

Ya no hay nada que arreglar.

Hace unos días cumplí años. Los días de cumpleaños suelen ser esos días maravillosos dónde el Universo se concentra en un mismo y todos los astros giran en torno a una única persona. Pasas el día recibiendo halagos y crees que estás maravilloso, que no hay nada que puede derrumbar ese maravilloso día. Sin embargo, fue un 4 de Agosto dónde, desde el principio, supe que nada iba a ser como yo esperaba y no sabía muy bien por qué. Supuestamente, en este día, todos debemos ser más felices que nunca y yo, por el contrario, me sentía tan vacío como un papel en blanco sin escribir. Un papel en blanco, situado en medio de ninguna parte sin ningún sentido, que alguien ha dejado ahí y no tiene nada que aportar a los demás salvo misterio e inquietud por escribir. El problema es cuando no queda tinta, cuando las personas que tienen que escribir esas historias no pueden hacerlo porque la tinta se ha agotado. Detalle importante también puede ser que el papel esté plastificado y, por mucha tinta que intenten escribir, sólo quedan los restos ilegibles de sentimientos que no configuran nada especial, sólo eso, restos.

Nunca me he creído especial, ni mucho menos. Nunca he pensado que yo pueda llegar a ser una de esas personas de las cuales alguien puede perder la cabeza, puede perder el control. Por el contrario, una vez llegué a sentir que a alguien le importaba de verdad, que alguien pensaba en mí cuándo su mundo se veía oscuro. Sin embargo, la vida ha conseguido reflejarme la realidad de una forma tan brusca como un huracán. Aquel libro dispuesto a volver a recibir historias llenas de páginas con sentido fue quemado, y sólo quedaron los restos. Sólo se ha salvado una hoja de papel quemada, una hoja de papel llena de los sentimientos más tristes y oscuros que pueden existir. Esa página, esa triste página mira como el resto de libros consiguen recomponer sus hojas y seguir teniendo escritores que reflejen en ellos sentimientos. 

Hoy, tres días después del incendio, veo como el resto del fuego sigue dentro de mí. Ese fuego hace que me queme por dentro, me consuma de una forma lenta y dolorosa como si de un astro a millones de kilómetros se perdiese en el espacio. Los errores del pasado, mis inquietudes más profundas vienen a mi cabeza cada noche mientras miro las estrellas, mientras miro al cielo intentando olvidar este gran universo que gira deprisa, tan deprisa que no me da tiempo a asimilarlo. Quizás lo peor de todo no sea sentirme ardiendo al mirar al pasado, pues ya se ha ido. Lo peor es que no veo futuro, no veo un futuro feliz dónde volver a encontrar ese camino que creía encontrado. He vuelto a escoger el camino equivocado creyendo que éste me llevaría a sentir en la cima de aquellos sueños que siempre perseguí. Hoy, no me quedan ganas de levantarme, de mirar con optimismo al futuro, porque me da tanto miedo pensar en el futuro que sólo quiero quedarme aquí, estancado.


Y quizás éste sea el día dónde mi universo, por una vez, se ha perdido. Dónde no veo qué motivos puedo tener para conseguir encontrar un nuevo camino dónde no haga daño a los demás, dónde pueda sonreír junto a alguien sin que el miedo se apodere de mí pensando que una vez volverán a engañarme. Por una vez, por una vez, sólo pido volver a sentirme en paz, no pido volver a estar bien, sólo poder levantarme y no sentirme un extraño al mirarme en el espejo. Sólo quiero mirarme a un maldito espejo sin sentir que todo dentro de mí arde mientras todo mi universo se aleja hacia el espacio sin que yo pueda controlarlo, sin que todo aquello que perdí y todos los errores que cometí no fueran las únicas palabras que hoy están escritas en esta hoja quemada que vaga sin rumbo por un mundo de desconfianza. Creo que por una vez no tengo nada que escribir, me gustaría acostarme por las noches y no recordar aquella noche del error, me gustaría no volver a recordar ese amanecer equivocado dónde me sentí la persona más humillada de este mundo, me gustaría inventar mi propio mundo como siempre he sabido hacer. Me gustaría que pasara la tormenta de una vez y volver a encontrar un sitio dónde poder sentarme a respirar. Poder respirar para que este incendio se acabe, para poder quitarme el plástico que me rodea impidiéndome vivir con normalidad y volver a dejar que las letras y las historias escriban en este papel, en este papel que ha empezado un año nuevo sin fuerzas para afrontarlo.

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