Llega un momento en que las noches se
respiran más frías. Las noches comienzan a pasar por la transición de ir cada
vez más abrigado, estar más preocupado por saber que esa noche el frío ha hecho
aparición. Sin que nos podamos dar cuenta, y como suele ser natural en la vida,
las cosas van cambiando poco a poco. Lentamente aquellas maravillosas cosas que
hacen perfecto el Verano van desapareciendo. Desaparecen lenta y como si de un
ladrón se tratase, se lleva todos los buenos momentos que hemos vivido, se lleva
todas aquellas sensaciones que hemos experimentado, aquellos paisajes que hemos
presenciado junto al mar y aquellas noches de insomnio, dejándonos, únicamente,
los recuerdos. Los recuerdos de aquellos maravilloso momentos donde hemos sido
felices y eternamente jóvenes.
Aquellos momentos que han aparecido como
por arte de magia, juntando la felicidad y la juventud con las ganas de vivir,
de soñar despierto en cada momento, al ritmo de las canciones que suenan en
nuestro interior y los amaneceres cálidos que el Verano nos regala. El problema
de los regalos es cuando tienen fecha de caducidad, cuando intentas alargar esa
fecha y sabes que, tarde o temprano llegará, haciendo llegar a nuestra mente un
huracán que transformará todas esas alegrías en recuerdos. Recuerdos alegres
que dolerán cuando esperemos el autobús sintiéndonos en la Antártida, cuando
miremos al cielo buscando ese Sol que ya no está, que parece ocupado en
millones de cosas menos en hacernos sonreír, porque parece que ya nos ha hecho
sonreír bastante. Comenzamos, sin saber muy bien como hacerlo, como cuando
nacemos.
Quizás volver a la normalidad sea volver a
nacer, empezar de nuevo. La vida, siempre nos da la oportunidad de retomar
nuevos amaneceres, pero distintos. Nos da la oportunidad de mirar por la ventana
y sentir el frío helando nuestra piel, porque necesitamos sentir también ese
frío, el calor que sólo es posible sentir cuando imaginas historias con un
libro en la cama mientras cubres tu cuerpo con una sábana como manera de evadir
la realidad. Recordar textos del Romanticismo mientras llega el Otoño y la
lejana sensación de sentir que ese Sol se va, despacio, muy despacio. Mientras
vuelve a llegar los olores, los momentos y los recuerdos de todo aquello que
nos volvería volver a sentir. Porque quizás no es el Verano lo que se despide,
si no una parte de nuestra vida que nos permite cambiar, evolucionar, volver a
sentir aquellas pequeñas cosas y detalles que habíamos olvidado, como un café
caliente y ver el mundo frágil, reflejado en las hojas de los árboles caer para
recordarnos que aunque caigamos y por muy oscuro que se ponga todo, más o más
temprano, vuelve a salir el Sol y las tormentas se acaban, el frío se va,
disfrutamos del calor y volvemos a empezar un día más, mirando el Sol nacer.
Aunque, lo malo de los rayos de Sol, es que son tan efímeros como los momentos
que vivimos mientras duran...
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