Cuando las estrellas de la noche caen, todos nos volvemos vulnerables. No hay un espacio más peligroso que una cama alejada de los sueños y muchas ganas de pensar; no hay momento más especial que ese momento en el que se apaga la luz y todas las dudas sobre el futuro afloran la mente. A veces hay tantas dudas que es difícil asimilar que cuando has vivido lo más dulce, lo que no lo es duele; duele ver como todos esos momentos vienen a la mente como un montón de disparos que no permiten ver la realidad sin pensar en que no volverán. Las mejores cosas las hemos imaginado siempre en nuestra mente.
Desde que nacemos, estamos obligados a soñar y es lógico; nadie puede sobrevivir sin sueños. La simple esperanza de que todo será distinto mañana o que todo lo bonito que estamos viviendo perdurará, nos permite estar despiertos, estar alerta. El gran problema es cuando esas dudas no nos permitén disfrutar de lo que estamos viviendo, porque no todo tiene que ser perfecto para estar bien. La ambición de cumplir esos sueños a veces ciega nuestra capacidad de poder levantarnos cada mañana y crear pequeñas fortalezas de felicidad. Hay muchas más cosas a parte de los grandes sueños y de todas esas dudas, la simple felicidad de poder encontrar un resquicio de cariño entre todos los seres que caminan por la calle, debería ser motivo suficiente para poder respirar y estar absolutamente convencido de que a veces las cosas no son como queremos, pero sí pueden ser mejores.
La capacidad de volver a mirar con ojos de niños, de volver a mirar con ilusión, a veces es más importante que los grandes decorados que a veces disfrazan nuestra vida. Respirar, tomar aire y recordar por qué un día empezó todo es lo necesario para poder sobrevivir en un mundo que cada día cambia, cada día va cambiando hacia caminos más fríos y distantes, donde las personas caminamos luchando por aquello que queremos, una batalla infernal que hace que nunca nadie encuentre un sitio; quizás algunos hemos nacido para no tener un sitio fijo de tranquilidad, quizá algunos hemos nacido para encontrar en cada nueva decepción una oportunidad de superar y mirar más allá de la misma, de ver que hay muchos caminos que abrir si sentimos que cada día es una oportunidad. Si miramos, observmaos y aceptamos que no es posible la capacidad de conformar nuestra existencia a una simple comodidad, dejar de pensar en qué vendrá y aprender que aunque una rabia impetuosa de querer evolucionar nos ataque constantemente, a veces es necesario parar un momento a respirar.
Aunque es cierto que a veces es difícil respirar debajo del agua, debemos aprender a conseguir escapar de toda ese agua y sacar las alas para poder volar libres, aprendiendo a mirar desde arriba cada uno de los díficiles retos que dan debilidad; llegar a volar tan lejos y tan alto que se supere la velocidad de la luz, porque ahí arriba es donde está el oxígeno necesario apra poder tener el brillo en los ojos que permite celebrar con una sonrisa que hoy es un nuevo día para seguir cumpliendo sueños, a largo o corto plazo, pero que esos sueños, se conseguirán.
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